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NOTICIA

Toneladas de residuos plásticos terminan en un ‘callejón sin salida’ en el Océano Ártico

Un proyecto de investigación dirigido por el español Andrés Cózar, que cuenta con el apoyo de la Fundación BBVA, ha desvelado que la gran Corriente oceánica de Circulación Termohalina actúa como una ‘cinta transportadora’ que conduce residuos plásticos de forma masiva hacia el Océano Ártico, donde se acumulan en un callejón sin salida. El trabajo, que se acaba de publicar en la prestigiosa revista Science Advances, refleja cómo estos desperdicios se han convertido en un problema medioambiental —se calcula que en 2010 se vertieron a los océanos unos 8 millones de toneladas— tras solo unas pocas décadas de uso de estos materiales.

20 abril, 2017

La Circulación Termohalina es una gigantesca corriente oceánica que atraviesa todos los océanos de la Tierra. Conocida como la ‘cinta transportadora oceánica’, tiene una gran relevancia climatológica ya que contribuye a redistribuir hacia los polos el calor del ecuador y las latitudes cálidas. “Nosotros acoplamos esa circulación no solo a una redistribución de calor sino también de residuos”, explica Cózar, investigador en el Departamento de Biología de la Universidad de Cádiz, “ya que son las latitudes cálidas las que están más pobladas y, por lo tanto, las que tienen mayores concentraciones de plástico. Lo que está haciendo esta corriente es extenderlas hacia latitudes polares”. En concreto, los residuos acaban llegando a los mares de Groenlandia y Barents (situados entre Groenlandia, Escandinavia y Rusia), donde se acumulan entre las masas de tierra y el casquete de hielo.

Los muestreos se llevaron a cabo con redes de arrastre de malla fina que capturaban plásticos de diferentes tamaños, incluidos microplásticos del orden de milímetros. “Aunque nos hemos centrado en muestrear la superficie, se cree que poco a poco estos residuos, pese a ser flotantes, se van transfiriendo al fondo de ese sector del Ártico”, dice Cózar. “Algunos estudios confirman esta hipótesis que lanzamos tiempo atrás”.

Y es que, si se estima que probablemente haya unos 300 mil millones de fragmentos atrapados en esta región polar, el estudio sugiere que los fondos marinos podrían acumular cantidades de residuos aún mayores. “Probablemente, el estrato de plástico que deje nuestra civilización sea uno de nuestros legados geológicos”.[bbva_blockquote_izquierdo texto=”“Probablemente, el estrato de plástico que deje nuestra civilización sea uno de nuestros legados geológicos”.

Un legado geológico de cuyas consecuencias ecológicas se tienen cada vez más indicios: la vida marina no solo incorpora estos residuos a sus hábitos (para depositar huevos o desplazarse, por ejemplo), sino que existen evidencias de ingestión, enredamientos y ahogamientos en una gran diversidad de organismos. “También existe la posibilidad de que tengan efectos toxicológicos, aunque este punto aún no está contrastado científicamente”, continúa el investigador. “Pero las evidencias que tenemos son más que suficientes para tomar medidas de peso para mejorar la gestión del modelo actual, que no es sostenible: hemos estado usando plástico durante muy poco tiempo —apenas dos o tres generaciones—, pero este tiempo tan corto ha sido suficiente para que el problema adquiera la magnitud que hemos visto en nuestro trabajo”.

El investigador afirma que la colaboración para minimizar este impacto debe ser internacional. Cózar participó el pasado mes de diciembre en un encuentro de expertos sobre microplásticos organizado por el Gobierno de Japón. La reunión se enmarcaba dentro de una serie de iniciativas de los países del G7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido) para elaborar un Plan de Acción Contra la Basura Marina. “Una de las ideas que se ha debatido es que no se puede hacer una gestión de residuos contando solo con los países desarrollados: también se debe incluir a los países en vías de desarrollo. Así que Alemania ha propuesto llevar el debate a una próxima reunión del G20”.

Para el equipo de Cózar, esta reunión fue muy productiva, ya que pudieron establecer una alianza con investigadores de Japón y China que les permitió sumar a su investigación nuevos datos sobre aquella región. “Esto nos permitirá trazar un mapa global más completo que incluya información sobre la zona del Pacífico oeste, especialmente interesante por, entre otros motivos, contar con las costas más pobladas del mundo”.

El trabajo ha surgido de una colaboración entre los programas de investigación Tara Oceans y Malaspina 2010. El proyecto interdisciplinar Malaspina 2010, liderado por el CSIC con la colaboración de la Armada Española y la Fundación BBVA, surgió con dos objetivos: evaluar el impacto del cambio global sobre el océano y estudiar la biodiversidad del océano profundo, aún muy desconocido. Más de 250 investigadores de 19 instituciones españolas participaron en el proyecto, cifra que ascendió a casi 400 al incluir a estudiantes e investigadores de 16 instituciones extranjeras asociadas, entre las que se encontraban la NASA, la Agencia Espacial Europea y las universidades de California, Río de Janeiro, Washington y Viena.

Fruto de los muestreos que el equipo de Cózar llevó a cabo durante la misma, fue un estudio publicado en 2014 en ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’, que tuvo un gran eco internacional al estimar que el 90% de la superficie oceánica del planeta está ya cubierta de estos residuos.

Cózar, además, ha recibido una Ayuda Fundación BBVA a Equipos de Investigación Científica en 2016, con la que en los próximos años espera seguir haciendo grandes avances en la evaluación del nivel de contaminación por plástico de los océanos desde 1950 hasta la actualidad, así como anticipar su evolución durante la próxima década.