CONTRIBUCIÓN
Con la ciencia y la colaboración como pilares esenciales, la organización Save the Elephants nació en 1993 para investigar la ecología y el comportamiento de estos animales y desarrollar estrategias para su conservación a lo largo del continente africano. Dos décadas más tarde, la organización estableció un fondo específico, el Elephant Crisis Fund, destinado a financiar pequeños proyectos de conservación promovidos por las comunidades locales de 34 países del continente, que en ocasiones sirven de ensayo para atraer una financiación mucho mayor. “Los grandes inversores muchas veces están dispuestos a donar millones de dólares para una estrategia concreta, pero aún no saben si funciona”, argumenta Frank Pope, CEO de Save the Elephants. “Así que nosotros financiamos un proyecto de, pongamos, 50.000 dólares a modo de prueba, sabiendo que puede catalizar una inversión mucho mayor si tiene éxito”.
El Fondo se diseñó inicialmente para abordar la crisis del marfil, que durante siglos había supuesto la mayor amenaza para los elefantes. Aunque el comercio de marfil se prohibió a nivel internacional en 1989, seguía existiendo una red internacional de comercio ilegal que, según estima la organización, solo entre 2010 y 2012 mató a 100.000 elefantes, un cuarto de la población en aquel momento en África.
Así, el Fondo se planteó como apoyo para las organizaciones locales que Save the Elephants había identificado como las más eficaces a la hora de proteger a estos animales de la crisis del marfil, proporcionándoles no solo financiación sino el conocimiento más avanzado sobre tecnologías y otras técnicas para acabar con la caza ilegal, el tráfico de elefantes y la demanda de marfil. Además, fue la primera organización en llevar a juicio en Estados Unidos a traficantes que, hasta entonces, se aprovechaban de las trabas internacionales y la corrupción de los sistemas judiciales en África para evadir la justicia.
“Viajamos continuamente a los países con los que trabajamos, escuchando las ideas de unas comunidades para proponérselas a otras y así compartir el mejor conocimiento”, explica Pope. Otra de las claves de su éxito es la rapidez: promueven propuestas breves que se evalúan una vez al mes y, una vez adjudicadas las ayudas, la financiación se materializa en un par de semanas.
Estos esfuerzos culminaron en 2018, cuando China, hasta entonces el principal mercado de marfil, dejó de promover el comercio doméstico de este material. Save the Elephants se planteó cerrar el Elephant Crisis Fund, pero finalmente decidió aprovechar la vasta red de contactos que había construido para seguir monitorizando el tráfico de elefantes y abordar el que ha pasado a ser el reto principal para estos animales: la coexistencia con los humanos.
Los elefantes llegan a romper tanques de almacenamiento de agua en las áreas menos lluviosas, lo que motiva la búsqueda de venganza por parte de las comunidades que allí habitan. Pero el mayor conflicto afecta a las áreas más húmedas, donde la población vive de la agricultura de subsistencia. “Los elefantes no saben lo que es un campo de cultivo, así que llegan a un maizal y en una tarde pueden arrasar con la comida de una familia entera”, alega Pope. “Aunque a esa familia antes le gustaran los elefantes, se vuelve en contra de ellos de repente para intentar protegerse”.
Sin embargo, los elefantes son una “piedra angular” de los ecosistemas, según Pope, ya que esparcen semillas, encuentran agua y abren caminos de los que otras especies se benefician. Para mitigar el conflicto con los humanos, la organización premiada ha diseñado lo que llaman una “caja de herramientas” que aúna el conocimiento acumulado sobre estrategias que evitan o disminuyen los choques entre personas y elefantes. “Una clave, por ejemplo, es planificar los desarrollos urbanísticos y de campos de cultivo para que no se sitúen en los corredores por los que pasan los elefantes. Dejar partes del terreno libres para los elefantes evita muchos conflictos”, constata Pope.
“Nos guía el concepto de Una Sola Salud”, continúa el CEO. “Si la gente sufre malnutrición o los niños no pueden ir al colegio, no se van a preocupar por los elefantes. Por eso parte de nuestro trabajo consiste en empoderar a las comunidades”. Promover cultivos que no comen los elefantes, establecer la venta de productos de artesanía como sustento y fortalecer los sistemas judiciales son maneras de fomentar también la conservación de los elefantes, alega Pope. “La población africana es la que más rápido está creciendo a nivel mundial. Con su desarrollo, cambia el paisaje, y los elefantes están en medio de todo esto. Tenemos ahora la oportunidad de lograr que las necesidades de los elefantes también se tengan en cuenta para que su prosperidad no entre en conflicto con la de los humanos”, concluye.
Foto: © Will Burrard-Lucas