CONTRIBUCIÓN
El ibis eremita, un ave de color negro, pico largo curvado y un característico cráneo que explica su otro nombre (“ibis calvo del norte”) pasó de estar presente en el norte de África, Oriente Próximo, el sur de Europa —incluida España— y Europa Central, a extinguirse en todos estos territorios con la única excepción de Marruecos, donde permanecen unos 700 ejemplares sedentarios en libertad. En los años 90 del siglo pasado se dio la voz de alarma a nivel internacional y el Centro de Conservación de la Biodiversidad Zoobotánico Jerez (ZBJ) Alberto Durán —institución pública dependiente del Ayuntamiento de Jérez— emprendió el Proyecto Eremita, con el fin de crear una colonia reproductora que fuera el punto de partida para la reintroducción de la especie en nuestro país.
“El ibis eremita es un ave que vive en grupo, pasa mucho tiempo en el suelo y se alimenta fundamentalmente de insectos que extrae con su largo pico. Por este motivo, su hábitat ideal son los pastizales”, explica Miguel Ángel Quevedo, coordinador del proyecto. “En los últimos 50 años ha sufrido un declive del 90% de su población mundial a causa de la persecución directa, los pesticidas y los cambios en el uso del suelo, que con el tiempo han convertido los pastizales en campos de cultivo”.
Dado que anida en acantilados costeros y de interior, el International Advisory Group for the Northern Bald Ibis —un grupo internacional de expertos impulsado por el Programa de Medio Ambiente de Naciones Unidas para proteger a esta especie— propuso el sur de España como una zona apta para la especie y el ZBJ lanzó oficialmente el Proyecto Eremita en 2003, para su reintroducción en la comarca de las Jandas, en Cádiz. La colaboración del Ministerio de Defensa permitió la instalación de un aviario en un extremo del área militar del Retín, cercana a Zahara de los Atunes, y la Junta de Andalucía cofinanció el estudio de los métodos de liberación, que contó con el asesoramiento científico de la Estación Biológica de Doñana (CSIC).
“Las personas que intervenían en la cría en cautividad usaban un casco con forma de ibis eremita y camiseta negra porque así lográbamos que las crías guardasen recuerdo de ellas con ese atuendo, pero no las reconocieran cuando se lo quitaban”, señala Quevedo. “Esto era importante porque no queríamos que, una vez en libertad, las aves se fueran hacia cualquier ser humano con el que se cruzaran, pero sí que —mientras estaban disfrazadas— las siguieran para su expansión por la zona una vez que abríamos el aviario”. A partir de 2004, el ZBJ crio, liberó al medio y monitorizó unos 30 pollos al año. Este esfuerzo logró, en 2008, un hito fundamental: la primera reproducción en la naturaleza de aves nacidas en cautividad.
El proyecto entró así en la siguiente fase, gracias a la colaboración de la Asociación Europea de Zoos y Acuarios (EAZA, por sus siglas en inglés), que en los años 90 había puesto en marcha un programa de cría en cautividad, pues “se daba la paradoja de que mientras el ibis eremita se extinguía en el medio natural, había entre 1.000 y 1.500 ejemplares en zoos de todo el continente”, relata Quevedo. Así fue como más de 30 zoos de Alemania, Austria, Francia, Hungría, Italia, Países Bajos, Reino Unido, República Checa y Suiza comenzaron a enviar juveniles al Proyecto Eremita. “Esto nos permitió introducir 60 pollos cada año, logrando la integración entre ejemplares del ZBJ y de Europa”, señala Mariano Cuadrado, biólogo conservador y otro de los líderes del proyecto. “Desde 2014 cada año nacen entre 35 y 55 pollos en libertad, de manera que ya tenemos una población estable; y pensamos —lo estamos evaluando— que autosuficiente, es decir, que nacen más individuos de los que mueren. Hemos dejado de introducir pollos criados en cautividad para poder confirmarlo”, añade. El número de parejas reproductoras y de pollos nacidos en libertad se incrementa cada año y en 2024 se registraron 32 nidos distribuidos en 3 colonias que dieron lugar a 64 nacimientos.
“Nuestra mentalidad no es tener animales para su exhibición, sino para la conservación”, apunta Quevedo, a lo que Mariano Cuadrado añade: “la reintroducción del ibis es la culminación de años de trabajo con especies ibéricas amenazadas: el lince ibérico, la espátula, el alimoche, el quebrantahuesos, la cerceta pardilla y el cernícalo primilla, entre otros”. Tal y como afirma en su carta de nominación Maher Mahjoub, director del Centro de Cooperación para el Mediterráneo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, todos estos éxitos han convertido al ZBJ en “un referente internacional en proyectos de cría de especies amenazadas”.
Foto: cedida por el Zoobotánico de Jerez