CONTRIBUCIÓN
Carlos Fresneda (Madrid, 1963) es en la actualidad corresponsal de El Mundo en París. Hace seis meses llegó a la capital francesa, que considera un referente mundial por su transformación verde y en la que dice sentirse como en su “pequeño paraíso”, pero anteriormente trabajó en Londres, Nueva York y Milán para ese mismo diario.
El periodista vivió su infancia en Carabanchel –“en la Calle del Campo, porque entonces la ciudad acababa realmente allí”, apunta– donde, a pesar de estar rodeado de un entorno mayoritariamente urbano, siempre estuvo atraído por el medio ambiente. “Esa querencia por la naturaleza, potenciada a través del contacto que tenía con Adena (hoy WWF/Adena) y la CODA (lo que ahora es Ecologistas en Acción), me llevó a escribir sobre la creación del Parque Regional del Manzanares o el problema del gas radiactivo radón en la sierra madrileña. Fue entonces cuando vi claro que había un campo por explorar en periodismo, mientras seguía muy pendiente del día a día en la información local”, rememora.
Tras iniciar su carrera en El País, Fresneda se unió en 1987 al equipo fundador de El Mundo, donde compaginó la frenética labor de corresponsal con un periodismo focalizado en los temas del medio ambiente. “He tenido la mala suerte de que, allá donde iba, se acababa complicando la situación. En Italia, por ejemplo, me tocó una etapa muy conflictiva con los asesinatos de la mafia de Borsellino y de Falcone, pero también asistí al nacimiento del movimiento Slow Food con Carlo Petrini. Las noticias medioambientales me han servido de antídoto para no convertirme en el triste notario del día a día. Intento enfocarlas hacia el lado de las soluciones y a contar historias personales”, señala.
Algunos de esos reportajes sobre los protagonistas de la actualidad medioambiental los escribió para el suplemento medioambiental Natura de El Mundo; otros los publicó en su blog Ecohéroes, integrado en la web del mismo periódico. Entrevistó a científicos como el químico atmosférico James Lovelock, la bióloga marina Sylvia Earle, o el climatólogo James Hansen, pionero en alertar sobre el cambio climático, y a activistas como Jane Goodall, Paul Hawken o George Monbiot. Además de su labor en prensa, es autor de una trilogía ambiental literaria compuesta por La vida simple (1997), Ecoheroes: 100 voces por la salud del planeta (2020), y Un siglo verde (2023). Ahora contempla un nuevo proyecto: la escritura de un nuevo libro llamado La ciudad posible, para el que quiere recorrer varias urbes que están marcando el futuro, no solo en el norte global, sino en América Latina (Medellín, Curitiba), África (Freetown) y Asia (Singapur, Chengdú).
Entre sus principales referentes en la comunicación ambiental menciona a dos galardonados previamente con este mismo premio: el escritor Joaquín Araújo y el primer corresponsal ambiental de El Mundo, Gustavo Catalán Deus, fallecido este año, resaltando también la impronta que dejó Félix Rodríguez de la Fuente en toda una generación marcada por El hombre y la Tierra. Al mismo tiempo, destaca también tres libros que influyeron directamente en su vocación como periodista ambiental: Biophilia, de Edward O. Wilson, El mundo sin nosotros, de Alan Weisman y La red oculta de la vida, de Melvin Sheldrake.
Preguntado por el mayor reto de la prensa medioambiental, señala la falta de espacio dedicado por los medios a estos temas: “Parece que el mundo climático solo interesa cuando hay un desastre y cuesta darle continuidad en los medios. Es especialmente difícil encontrar un espacio para contarlo desde el punto de vista de las soluciones, porque se sigue considerando que, si no son malas noticias, no son noticias”. Por ello, el corresponsal reivindica la vuelta de suplementos ambientales como los que tenían los periódicos antes de la crisis de 2008.
Fresneda considera que estamos pasando por un momento sombrío a nivel global, marcado por la renuncia de Estados Unidos a los grandes acuerdos climáticos y tratados. Sin embargo, reivindica que sigue habiendo “luz al final del túnel y, sobre todo, gente que hace una labor que, tarde o temprano, acabará dando sus frutos”.
Foto: Miguel Fresneda